El pequeño Uruguay apenas tenía espacio en las noticias. Hasta que en 2010 el antiguo guerrillero José Mujica accedía a la Presidencia. Con su humilde estilo de vida,
su novelesca biografía, su total desapego por lo material y la
franqueza de sus palabras, inauditas en un jefe de estado, el viejo
presidente fue erigiéndose en una especie de entrañable referente moral
para un mundo aturdido.
Su viejo Volkswagen y su leal Manuela,
el chucho de tres patas que lo acompaña desde hace años, son ya casi
símbolos nacionales de un país donde todo va despacio.
A pocas semanas
de que «el Pepe» deje el poder, ABC los visitó a los tres en la ya
emblemática chacra que a las afueras de Montevideo cobija al líder
mundial más peculiar del siglo XXI.
Tiene 79 años, ¿se pregunta ya cómo lo recordará la historia?
Nooooo,
a mí no me importa la historia. Es una historieta que escriben otros.
Yo tengo que hacer cosas. No me hago preguntas trágicas y cesaristas
como esa.
¿Cree que deja un país mejor?
Un poco mejor, al menos desde el punto de vista de la
justicia social. Hay menos pobres e indigentes y hacia el porvenir se
dibuja una sociedad mejor.
Usted formó parte del movimiento tupamaro. En aquellas circunstancias, ¿volvería a empuñar las armas?
Si volviéramos a aquel mundo casi seguro que sí. Lo que
pasa es que nunca se vuelve atrás. Aquel mundo tenía ciertas claves y
este es otro. Aquel era bipolar. Había esquemas como la dictadura del
proletariado y todo aquello que entonces estaban muy vigentes para mucha
gente.
Pero ha pasado muuuucho tiempo. Todos los intentos de
construcción de sociedades socialistas en países pobres cortándole la
libertad a quien se consideraba perteneciente al otro bando, lo único
que construyeron fue una burocracia terrible y al final se desmoronaron
ominosamente... Ahora bien, la historia nos hizo capitalistas, pero como
bicho somos por génesis socialistas, y andamos por el mundo con esa
pena.
Usted ha dicho que la vida humana es el bien supremo…
Sí, señor.
¿Cómo lleva su conciencia esa contradicción?
Vivir es enfrentar contradicciones y uno en el vivir va
descubriendo cosas. Cuando uno es soldado tal vez no le da a la vida el
valor que tiene, porque a la vida se le da valor solo cuando se
repiensa, cuando lo que era automático y natural se transforma en
conciencia.
Entonces uno llega al análisis de que no hay riqueza mayor
que la vida, que este milagrito que dura un minuto. Hoy, creo que todas
las guerras son injustas. Los que pagan el peor costo son quienes no
tienen nada que ver con la guerra.
¿No teme aburrirse en adelante?
¡Qué me voy a aburrir! Al contrario, me falta tiempo. A mí
me gusta la tierra, en realidad soy un campesino, en mi manera de
pensar, de ver la vida y la naturaleza… Me encanta trabajar la tierra y
me parece que es lo mejor que puedo hacer en un tiempo que se va
complicando y en el que la gente necesita oficios. De la tierra nos
separamos, pero dependemos de ella para comer.
Su
estilo de vida, tan alejado del de otros líderes, ha creado un
personaje. ¿No teme que acabe eclipsando su labor como gobernante?
Podría ser, pero es parte de la tarea de gobierno. Hay un
republicanismo en esto. Yo pienso que las repúblicas vinieron al mundo
como una bofetada al feudalismo, al origen de sangre y todas esas cosas
tan ofensivas.
Y vinieron para suscribir que los hombres y las mujeres
somos básicamente iguales.
Pero hay costumbres viejas que se nos cuelan y
los gobernantes tienden a vivir de acuerdo a los usos y las modas de
las minorías privilegiadas de la sociedad.
¿La profesión de la política
es cortesana de la riqueza y su fastuosidad? Le resumo lo que le quiero
decir: a los que les gusta mucho la plata hay que correrlos de la
política, porque si no terminamos hipotecando la confianza de la gente.
Una sociedad para que funcione necesita creer en aaaalgo (alza la voz).
Necesitamos creer, porque somos el animal más utópico. Cuando yo
contemplo cualquier civilización de la historia, lo primero con lo que
me topo es con los dioses.
Hoy día, sin embargo, somos cada vez menos
religiosos, y aun los que creen viven como si no creyeran. Entonces, ¿en
la sociedad moderna en qué vamos a creer?
¿En Google?
Je, je, je. Puede ser, pero ese es un dios demasiado anónimo.
Sobre Europa planea el fantasma de una segunda recesión mientras Uruguay crece sin parar. ¿Algún consejo que dar?
Europa pretendió navegar y salir de la crisis solo achicando y así no se puede revertir una situación tan honda.
En los últimos tiempos ha emergido en España un partido nuevo, llamado Podemos, ¿Cómo valora este nuevo movimiento?
Estuvieron un par de integrantes acá, pero yo no los
conozco. Me da la impresión de que algo que debería ser un supuesto
básico, como la honradez, se ha convertido en una especie de gran
bandera. Una sociedad tiene que estar bastante enferma cuando lo que
debía ser normal, el hacer derecho, pasa a ser la gran cualidad
convocante.
¿Le parece que estaba enferma la sociedad española?
Daría la impresión de que el mucho consumismo, lo que
siguió a las medidas que permitieron la brutal expansión inmobiliaria,
el compre, compre y compre… Todo eso aflojó mucho la ética.
Uno
de los problemas que aquejan a España es el independentismo catalán.
¿Cree que los catalanes tienen derecho a proclamar unilateralmente su
independencia?
A veces da la impresión, visto desde lejos, que la obra de
los Reyes Católicos no llegó a su fin todavía en España. (Ríe). Son muy
fuertes los localismos en la historia española.
Es curioso. El mundo
tiende a globalizarse. Tenemos problemas globales, como el cambio
climático, que ningún país puede arreglar por sí solo, y aparecen
fuertes regionalismos como los españoles.
¿Los ve usted con buenos ojos?
Los veo como una cosa que tiene las patas muy cortas.
Hay quien cree que la división ideológica entre izquierda y derecha es un anacronismo en el mundo actual.
Eso es un nuevo cuentito de los que no quieren reconocer la existencia de clases sociales y ese sí que es un anacronismo
Europa
y América Latina parecen recorrer trayectos inversos. La primera se
estancó y la unión que construyó se agrieta, mientras que la segunda
crece y avanza hacia su integración.
Nosotros vivimos mucho tiempo de espaldas a nosotros
mismos, culpando de nuestros problemas a Europa y los Estados Unidos. No
queríamos asumir nuestra responsabilidad.
Es más cómodo culpar a otros.
Ustedes los españoles ahora le echarán la culpa de todo a los alemanes,
(ríe de nuevo por lo bajo) América Latina no hay una, hay muchas, hay
diferencias. Pero desde hace quince años hablamos y, tomamos decisiones
en conjunto.
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